Ya hemos visto la influencia de Leandro, obispo de Sevilla, sobre Hermenegildo, y ahora vemos la amistad reforzada por sus mismas aficiones de su hermano Isidoro con Sisebuto. Hora es ya de hablar de esta familia donde todos los hermanos llegaron a ser santos, porque Leandro e Isidoro tenían otro hermano, Fulgencio, y una hermana, Florentina, que también fueron canonizados. Los padres, Severiano y Teodora, eran originarios de Cartagena, y desde allí vinieron a Sevilla, posiblemente debido a la invasión bizantina. Severiano, de origen hispano-romano, pertenecía a una familia de alto rango social y Teodora, de origen godo, parece ser que estaba emparentada con la realeza. Leandro, Fulgencio y Florentina habían nacido en Cartagena, pero Isidoro, el menor de los hermanos, nadie está seguro de dónde nació, aunque hay quien está convencido (y es lógico pensarlo) que fue en Sevilla y en su casa se levantó una iglesia.
Sobre la vida de esta santa familia se cuenta multitud de anécdotas, como que Leandro era muy severo con la disciplina de sus hermanos. Parece ser que Isidoro era más bien travieso y que Leandro se extralimitaba con sus castigos, hasta el punto de que Isidoro huyó de casa. Al volver y por recomendación de Leandro, fue internado en un monasterio para ver si allí conseguían que mejorase su comportamiento. Y fue allí, sacando agua de un pozo, donde Isidoro se dio cuenta de algo curioso. La piedra del brocal estaba desgastada por la parte donde rozaba la soga que servía para tirar del cubo. Entonces llegó a la conclusión de que, si una soga que es infinitamente más blanda que la piedra, puede a base de tiempo horadarla como si de un cincel se tratase, los libros podrían cincelar su pétrea mente hasta hacer de él un hombre sabio y un buen cristiano. Otras versiones cuentan que fue en un momento de gran duda espiritual sobre si los hombres se apartarían alguna vez del mal; y al ver la roca horadada por la cuerda, se fue inmediatamente a devorar libros que le enseñasen a cincelar la pétrea mente humana y hacerles ver el camino del bien.
Leandro de Sevilla, Murillo
Y muy bien debió aplicarse Isidorito porque llegó a ser arzobispo de Sevilla sustituyendo a su hermano Leandro. Pero Isidoro no solo llegó a ser clérigo ni un arzobispo más, sino que se le considera un auténtico sabio de su época. Y después de su canonización se le nombró doctor. No en vano, detrás de sí dejaba una gran obra escrita en la que se adentra en campos muy diversos como la astronomía y la historia natural (De natura rerum), la historia universal (Chronica majora), y por supuesto tratados teológicos donde da su visión sobre la trinidad (De differentiis verborum). Pero su obra más importante fue Etimologías, una extensa enciclopedia donde Isidoro recoge todo el saber de su tiempo. No pasó por alto la música, las matemáticas y la geometría, ni quiso tampoco dejar pasar la oportunidad de escribir sobre todo lo que pasaba a su alrededor, y gracias a él nos llegó la Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum (Historia de los Reyes de los Godos, Vándalos y Suevos). Es a través de esta esta obra que nos ha llegado la mayor parte de lo que hoy conocemos sobre nuestros antepasados godos.
El 4 de abril de 636 fallecía en Sevilla Isidoro a los 80 años, después de haber sido arzobispo durante 37.  Casi 1.000 años más tarde, en 1598, fue canonizado por la Iglesia Católica y en 1.722 el papa Inocencio XIII lo declaró Doctor de la Iglesia por haber sido un auténtico sabio de su tiempo.
Sobre su hermano Fulgencio, poco se sabe; Isidoro lo menciona como un simple ciudadano, sin embargo también llegó a ser obispo y más tarde canonizado, llegando a ser conocido como San Fulgencio de Cartagena. En cuanto a su hermana Florentina, abadesa y fundadora de varios monasterios, también fue santificada tras su muerte. Es por eso que los hermanos son conocidos como los cuatro santos de Cartagena.

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