Las guerras dacias

Cuando en el siglo I Roma ocupó los territorios del sur del Danuvio, se firmaron unos acuerdos de no agresión con los países vecinos. El gran río hacía de frontera y a Roma solo le interesaba mantenerla en paz y contener cualquier tipo de invasión bárbara. Durante mucho tiempo, estos acuerdos fueron respetados, pero a finales de este siglo, subió al trono de la Dacia (actual Rumanía y Moldavia) un tal Diurpaneus que se alió con los pueblos vecinos para romper el tratado y atacar Moesia.

Era el año 85, durante el reinado de Domiciano. El emperador, entonces, ordenó una campaña de castigo al mando de Cornelius Fuscus. Al frente de seis legiones cruza el Danubio y se dirigen a Tapae. Los dacios le tienden una emboscada y los romanos sufren una gran derrota. La Legio V Alaudae es casi completamente aniquilada. El propio Cornelio Fusco murió en la batalla. Además, para vergüenza de Roma, fueron capturados sus estandartes, algo sagrado para ellos. Era el año 87 y tras la victoria, el rey dacio recibió el nombre de Decébalus, que significa el valeroso, el más poderoso.

Tras el estrepitoso fracaso, Domiciano envió otra expedición comandada por Tettius Iulianus. En esta segunda batalla de Tapae, los romanos tuvieron éxito y vencieron a los dacios. Esta victoria, sin embargo, no pudo ser aprovechada debido a la difícil geografía dacia, al mal tiempo y la imposibilidad de reforzar el frente de Pannonia, amenazado por los aliados sármatas. Roma atravesaba por un mal momento económico, y ante la imposibilidad de aumentar las legiones en aquella región, Domiciano se ve obligado a tratar con los dacios. A cambio de mantener la paz, es decir, de que los dacios no atacaran la frontera, Roma debía pagarles tributo. Toda una humillación para el imperio. A pesar de todo, los dacios no dejaron de acosar las caravanas comerciales romanas y de saquear alguna que otra población fronteriza.

La primera guerra de Trajano

Trajano no estaba dispuesto a seguirles el juego a los dacios y deja de pagar tributos. Decébalo envía entonces un embajador a Roma para reclamar los pagos, bajo la advertencia de cruzar la frontera, a lo que Trajano contesta que está al tanto de que ya lo han hecho; y aún así no volverá a pagar, antes bien, se ocupará de que sea la última incursión dacia por territorio bajo dominio romano. La respuesta que el embajador dacio le lleva de vuelta a Decébalo provoca su ira y vuelve a atacar Moesia. Era la excusa perfecta que Trajano necesitaba para que el senado le apoyara en sus planes para invadir Dacia.

El 25 de marzo del año 101 Trajano sale de Roma para ponerse al mando de las legiones convocadas. Le acompañaban el senador Lucio Licinio Sura y grandes generales como Quinto Sosio Senecio o Julio Urso Serviano. También le acompañaba, con solo 25 años, su sobrino y futuro emperador Publio Elio Adriano. Para el mes de mayo llegaban a Vaminacium, en Moesia superior, donde tenia su cuartel la legión VII Claudia. Una vez hechos los preparativos y divididos los ejércitos en dos columnas, una de ellas partió hacia el nordeste y la otra, con Trajano al frente, partió desde Sirmio a Drobeta, donde ordenó construir dos puentes de barcazas para cruzar el Danubio.

Cuentan que no se había visto ejército tan grande desde los tiempos de Augusto, y no se volvería a ver otro igual hasta la campaña de Marco Aurelio contra los Germanos. Se habla de un total de 14 legiones movilizadas, unos 150.000 soldados, aunque no todas estas legiones participaron desde el principio. Hubo hasta legiones que se crearon expresamente para una campaña que iba a durar varios años.

Como curiosidad, -aunque es habitual pasar la vista brevemente por encima cuando se nos dan detalles sobre nombres, fechas o números, ya que al acabar de leerlos pensamos que se nos van a olvidar- mencionaremos los nombres de algunas de estas legiones. Todos estos nombres tienen su por qué y van precedidos de un número. Demos un repaso a varias de las catorce legiones que movilizó Trajano; de algunas de ellas se cuentan cosas bastante curiosas:

  • Legio I y II Adiutrix. Audiutrix significa auxiliar; la primera fue creada por Galba en el año 60 y la segunda por Vespasiano. Símbolos de ambas: Capricornio y Pegaso
  • Legio VII Claudia. Creada por Julio César en el 58 a. C. con el nombre de Macedónica. El emperador Claudio la rebautizó como Claudia Pia Fidelis por la lealtad demostrada hacia él. Sus símbolos: el Toro y el León.
  • Legio X, XIII y XIV Gemina. Su significado es Gemela. La X se creó sobre el año 70 a. C. en el norte de Italia para ser enviada a las Galias. La XIII fue creada por Julio César en el año 57 a. C. para la guerra de las Galias y ya hemos hablado de ella aquí en el capítulo donde se narra la batalla de Munda en Hispania, donde fue clave para dar la victoria a César. En el años 41 a. C. Octaviano (Augusto) creó la XIV. Símbolo de la X: el Toro. Símbolos de la XIII: el León y el Águila. Símbolo de la XIV: Capricornio.
  • Legio I Itálica. Creada por Nerón en el año 66. Nerón quería que fueran hombres fuertes y por eso todos los soldados medían más de 1,80 en el momento de ser presentada a Roma. El destino de aquella legión iba a ser conquistar Armenia, aunque estas campañas no se llevaron a cabo y fue enviada a las Galias. Su símbolo: el Jabalí.
  • Legio V Macedonica. Su nombre le viene de haber estado acuartelada en Macedonia y su creación es confusa. Probablemente su origen esté en una leva del cónsul Vibio Pansa y Octaviano sobre el año 43 a. C. Sus símbolos eran el toro y el águila.
  • Legio V Menervia. Reclutada por el emperador Domiciano en el año 82 para reforzar su ejército durante la campaña contra la tribu germana de los Chatti. Su símbolo era una imagen de la diosa Minerva.
  • Legio XXX Ulpia Vitrix.  La trigésima Ulpia Victoriosa fue creada por el propio Trajano en el 105 expresamente para la segunda guerra contra los dacios. Su nombre hace referencia a la familia de Trajano y sus símbolos eran los dioses Neptuno y Júpiter, además de Capricornio.

Además de estas legiones, Trajano se llevó consigo a 90 cohortes equitatas, 10 cohortes de arqueros, 900 getas, 500 britones, 700 cántabros, numidas, honderos de baleares… No se preocupen, vamos a ver qué era eso de cohortes equitatas, y otros términos, que para los profanos en el tema les sonará a chino, aunque en realidad sea latín. Una cohorte era una unidad militar, cada legión contaba con 10 cohortes. La cohorte, a su vez se componía de 3 manípulos y cada manípulo por 2 centurias. Curiosamente, la cohorte se componía de 5 centurias. La centuria, a pesar lo que pueda inducir a creer su nombre, no estaba compuesta por 100 soldados, sino de 80. En cuanto a las cohortes equitatas, no eran otra cosa que una combinación de infantería y caballería entrenadas para misiones especiales. De caballería viene precisamente lo de equitata.

En Tapae le esperaban los dacios, que como ya hicieron con las legiones de Cornelius Fuscus, auxiliados por los sármatas, se habían atrincherado en el estrecho paso montañoso conocido como las Puertas de Hierro para tenderles una emboscada. Pero Trajano, que adivinó que aquel era un lugar excelente para que Decébalo le jugara una mala pasada, tomo precauciones antes de adentrarse en él. Lo primero que hizo fue dividir su ejército en dos. Con Trajano avanzaron la I y II Adiutrix, la IV Flavia y la VII Claudia, además de dos cohortes pretorianas, 20 de infantería y 30 mixtas, todas ellas arropadas por la caballería hacían un total de 57.000 hombres. Decébalo estaba en inferioridad numérica, pero mejor situado entre las estrechas paredes del paso. Trajano sabía que atravesar por allí podía ser mortal y sus legiones corrían un grave peligro. Por eso, las demás legiones, la I Itálica, la V Macedónica y la XIII Germánica, unos 29.000 hombres comandados por Tercio Juliano se internaron en el bosque por entre las montañas para atacar a la caballería sármata que acechaban camuflados para lanzarse contra las legiones que intentaran pasar las Puertas de Hierro.

De esta manera, mientras Tercio Juliano atosigaba a la caballería, Trajano entraba por el estrecho paso donde lo esperaba Decébalo, El factor sorpresa de la emboscada quedaba neutralizado. Finalmente, tras duros combates, estalló una tormenta, cosa que los dacios interpretaron como una señal de los dioses y decidieron retirarse. No fue una gran victoria, pero habían atravesado las Puertas de Hierro y aquello les allanaba el camino hacia Sarmizegetusa, donde se dirigieron inmediatamente para ponerle cerco. Pero el duro invierno dacio se avecina y Trajano decide acuartelarse y esperar a que llegue la primavera; tiempo que aprovechará Decébalo para contraatacar, pero no contra las legiones que esperan en su territorio la llegada del buen tiempo.

Decébalo concibe un plan para sacar a Trajano de la Dacia y llevar la guerra a territorio romano. Convence a sus aliados roxolanos y bastarnos para cruzar el Danubio al sur y atacar la provincia romana de Moesia. El invierno, lejos de ser un enemigo para ellos, se convirtió en aliado, pues el Danubio estaba congelado y eso les facilitaría las cosas al cruzarlo, sin tener que montar un aparatoso puente de barcazas, tal como hacían los romanos. Sin embargo, el Danubio tenía por costumbre cobrarse un peaje para quienes osadamente caminaran sobre sus hielos para cruzarlo; y así mientras dacios, roxolanos y bastarnos marchaban hacia la otra orilla, el hielo cedió bajo sus pies y miles de guerreros perecieron bajo sus frías aguas.

No tardó Trajano en recibir noticias de que las tropas dacias hacían de las suyas en aldeas y pueblos de Moesia, campando a sus anchas ante la ausencia de legiones que le hicieran frente. Trajano y sus legiones estaban demasiado lejos. O eso pensaban ellos. El emperador no tardó en movilizar a sus tropas, y a marchas forzadas llegaron hasta el Danubio, donde embarcaron en numerosas barcas, las patrullas del Danubio, que los llevó al encuentro de los dacios en un tiempo record.

La batalla de Adamclisi y rendición de Decébalo

El primer encuentro entre dacios y romanos se produjo durante la noche aunque solo hubo pequeños combates de poca importancia. Los dacios, eso sí, se llevaron la gran sorpresa, pues no imaginaban cómo Trajano se había presentado tan pronto ante ellos. La batalla decisiva se libraría en Adamclisi, donde la coalición entre dacios y roxolanos opuso una gran resistencia, aunque terminó por decantarse a favor de los romanos. Los dacios finalmente se refugiaron tras una especie de fortaleza de carros donde continuaron resistiendo, aunque también terminó por ser asaltada. Los romanos perdieron una gran cantidad de soldados, unos 3.500. Los dacios y roxolanos, unos 15.000 hombres, fueron masacrados y muy pocos sobrevivieron.

Los dacios había pagado cara su nueva incursión por Moesia, y tras el desastre y viendo cómo Trajano ponía nuevamente cerco a Sarmizegetusa, Decébalo pidió una tregua para negociar la paz, aunque las condiciones, esta vez las puso Trajano. La Dacia debía ser, a partir de ahora, la que pagara tributos a Roma. Quedarían, además, varias legiones asegurando el territorio. Además, las águilas, estandartes y máquinas de guerra capturadas en la derrota romana en el año 87 eran devueltas. Trajano no solo devolvía, con esta victoria, el orgullo perdido a Roma, sino que reforzaba su popularidad ante sus soldados y ante el pueblo, más si cabía.

El puente más largo jamás construido

Apolodoro de Damasco, aquel arquitecto sirio, era bueno en su trabajo, y Trajano lo sabía, por eso fue él el elegido para realizar la obra que el emperador se proponía llevar a cabo: Trajano se proponía construir un largo puente sobre el Danubio. Pero no un puente provisional, sobre barcazas, sino un puente fijo. El Danubio no era un río cualquiera, sino un gran río, por lo tanto, aquel debía ser un gran puente.

Las legiones que cruzaran y se introdujeran en la Dacia debían estar bien aprovisonadas y la construcción de un puente era indispensable, lo cual ya da una idea de que Trajano tenía en mente que aquella iba a ser una larga campaña, y quién sabe, quizás cruzaban para quedarse. El puente se construyó cerca de las actuales ciudades de Drobeta (Rumanía) y Kladovo (Servia) sobre pilares de piedra que medían 20 metros de lado y hasta 45 de altura desde el fondo del río, formando veinte arcos de 50 metros de embergadura, de madera, para aligerar su estructura a la vez que se ganaba tiempo en su construcción. Las obras se realizaron entre el año 103 y 105. En cada extremo contaba con una fortificación. Una vez terminado, se alzaba sobre el río unos 15 metros y tenía una longitud de 1.135 metros. (el Danubio tenía en aquella zona unos 800 metros de ancho) y tuvo el privilegio de ser el puente más largo jamás construido por más de un milenio. Merece la pena echar un vistazo a lo que nos cuenta Dion Casio sobre esta construcción.

Trajano construyó sobre el Danubio un puente de piedra que desborda mi admiración hacia él. De hecho, aunque fue brillante en todas sus hazañas, ésta fue la mayor. Con sus veinte pilares cuadrados de piedra […] ¿Cómo puede alguien dejar de asombrarse por la gran inversión que se hizo, o por la forma en que cada uno de estos pilares fue anclado tan profundamente en un río cuyas aguas están llenas de remansos y con un fondo tan barroso? Evidentemente, fue imposible desviar el curso de las aguas. Una de las circunstancias que muestran la grandeza de los planes de Trajano es que el puente no se hizo para usarlo nosotros; la sola presencia de los pilares erguidos, aunque no se hagan intentos de cruzarlo, hace creer que hubieran sido erigidos con el único propósito de demostrar que no hay nada que el ingenio humano no pueda lograr. Trajano construyó el puente porque temió que si alguna vez el Danubio se helaba en medio de una guerra podía sorprender a los romanos en aquella orilla, y era necesario asegurar el acceso hasta ellos con estos medios.

Tal como dice Dion Casio, el objetivo de este puente era el tener a sus legiones, tanto las que quedaran para asegurar el territorio como las que entraran a luchar, bien provistas de auxilio y suministros. Si, llegado el invierno, las aguas se helaban y tenían necesidad de cruzar, les sería imposible construir un puente de barcazas, como los que solían construir habitualmente, y cruzar por encima del hielo era una temeridad que podía costar la vida de muchos hombres.

La segunda guerra de Trajano

No tardaría Decébalo en romper los acuerdos y atacar de nuevo Moesia y otros territorios romanos fronterizos. Trajano, al ser informado de los incidentes se puso en marcha inmediatamente hacia el Danubio, pero esta vez, había un problema añadido. Trajano había dejado como guarnición en Dacia a la legión XIII Gemina bajo el mando del legatus Cneo Pompeyo Longino.Plinio el Joven nos cuenta, que Longino no solo era el legatus de mayor confianza del emperador, sino su mejor amigo. Pues bien, Longino había sido secuestrado por Decébalo y estaba siendo utilizado para chantajear a Trajano.

Las negociaciones habían durado todo el invierno del año 105-103. Trajano hizo todo lo que estuvo en su mano para que no le ocurriera nada a su amigo. Pero Longino sabía que Decébalo estaba pidiendo condiciones inasumibles para ganar tiempo y formar alianzas con Sarmatas, Roxolanos y Bastarnasy, por lo que, decidió entonces llevar a cabo una devotio, quitándose la vida para no retrasar el avance de Trajano. Decébalo quedó contrariado, pues sus planes ahora se iban al traste, y en la primavera del año 106 las legiones romanas se dirigieron hacia Drobeta, donde pudieron estrenar el flamante puente construido por Apolodoro. Trajano, que quedó maravillado al ver la obra terminada, cruzó a galope hasta la otra orilla con toda la rabia y sed de vangar a su amigo. Detrás, le siguieron todas sus legiones y material de guerra. Tras cruzar el Danuvio, siguieron por los valles del río Cerna y del Tamis, hasta llegar a Tibiscum. De allí pasaron al valle del Bistra. Fue un avance sencillo, ya que las guarniciones romanas instaladas en estos lugares desde la anterior guerra les iban facilitando el paso. Llegados a Valea Cernei, pasaron a ocuparla, luego vino Hateq, y así varias ciudades más, donde iban destruyendo sus fortalezas para que los dacios no volvieran a hacerse fuertes dentro de ellas.

Pero al mando del emperador no iban todas las legiones, sino que otras dos columnas cruzaron el Danuvio cerca de Sucidava. Una de ellas se adentró en el valle del Jiu para encontrarse con las legiones de Trajano en la actual Tara Hategului. Juntas marcharon las legiones romanas hacia los montes Surianu, donde tuvieron un encuentro con unos destacamentos dacios que ofrecieron una fiera resistencia. La tercera columna avanzó por el este hacia Muntenia, cruzó los Cárpatos y siguió avanzando por Transilvania. Otras tropas quedaron en Moesia. Para el verano de aquel año, Tapae estaba ocupada y más tarde pasaron a asediar la capital. Los dacios rechazaron con fuerza varios ataques pero las máquinas de guerra hicieron su trabajo lanzando toneladas de piedras sobre la ciudad; el corte de suministro de agua, las torres de asedio y la construcción de una rampa terminaron por rendir Sarmizegetusa. La capital dacia quedó destruída y arrasada. El bombardeo con piedras debió causar cuantiosos daños, pero el resto fue, o bien obra de los romanos, una vez entraron dentro, o bien obra de los dacios al huir, que no quisieron dejar nada de provecho. Nadie puede asegurar a día de hoy lo que realmente ocurrió, solo que, Sarmizegetusa fue borrada del mapa.

Decébalo, que abandonó la ciudad antes de ser tomada, estuvo a punto de ser capturado, pero al verse acorralado por los escuadrones de Tiberio Claudio Máximo, prefirió suicidarse. Sabía que la captura le supondría la vergüenza de ser exibido y humillado públicamente en Roma para terminar finalmente ejecutado. Una vez hubo muerto, Claudio Máximo cortó la cabeza del monarca caído y se la llevó a Trajano. Posteriormente, un tal Bicilis, para salvar su vida, rebeló a los romanos dónde se hallaba el tesoro del rey Decébalo. No se hallaba muy lejos del palacio de Sarmizegetusa. Decébalo había hecho desviar el curso de un río y excavar una cueva; una vez depositado el tesoro, las aguas volvieron a su cauce dejándolo escondido en un lugar donde nadie hubiera sospechado jamás. Para recuperarlo, Trajano ordenó hacer lo mismo, desviar el curso del río. El oro y la plata del tesoro vinieron a aliviar unas maltrechas arcas romanas, a lo que habría que sumar, más tarde, lo procedente de las minas, ya que Dacia pasaría a convertirse en provincia romana.

Ulpia Traiana Sarmizegetusa

Sarmizegetusa fue destruida, y por lo tanto la Dacia se quedaba sin capital. Sin embargo, si la Dacia se convertía en provincia romana, necesitaban una ciudad que fuera el centro administrativo de la misma. Quizás porque la reconstrucción de aquellas ruinas fuera más laborioso y costoso que construir una ciudad nueva, o bien porque la situación no era del todo del agrado de los romanos, el caso es que Trajano ordenó partir de cero y construir una ciudad nueva y en otro lugar. Lo hicieron a 40 kilómetros de la Sarmizegetusa derruida y a 8 kilómetros del paso de Tapae, en el lugar que ocupaba el campamento de la Legio V Macedonica. Este sitio fue elegido por las ventajas que suponían la barrera natural porporcionada por las montañas Retezat por el sur y de las Poiana Rusca por el norte. Su nuevo nombre sería Ulpia Traiana Sarmizegetusa.

Siete años de paz

Tras la conquista de Dacia, las legiones desplazadas en oriente se anexionaban también el reino nabateo (actual Jordania y noroeste de Arabia Saudí) que pasaría a ser provincia romana con el nombre de Arabia Pétrea. Este territorio era de primordial importancia para asegurarse el dominio de Egipto. No hay demasiada información sobre la conquista del reino nabateo, pero se cuenta que no fue necesario luchar; Trajano era ya conocido en todas las fronteras del imperio y los reyes se rendían solo al oír hablar de él.

Durante los siete años siguientes reinó la paz. Las recientes conquistas habían devuelto el prestigio perdido a Roma, Trajano celebró sus triunfos y después de entregar el tesoro traído de Dacia, el pueblo bien se merecía unos juegos de gladiadores y carreras de carros que duraron tres meses. Pero el dinero aportado a las arcas del estado también serviría para grandes proyectos como carreteras, puentes y acueductos en Italia e Hispania. Algunas de estas construcciones han llegado a nuestros días en perfecto estado de conservación, como el puente que cruza el río Tajo en la localidad cacereña de Alcántara o el acueducto de Segovia, entre otros. Este tipo de infraestructuras dan una idea de lo romanizada que se encontraba la península Ibérica en los siglos I y II. Hispania no era ya una colonia romana, Hispania era Roma misma y lo único que le faltaba era un emperador hispano. Ahora ya lo tenía.

Y en la propia ciudad de Roma, cabe destacar el foro que lleva su nombre culminado por la Columna Trajana, en su honor y para conmemorar el triunfo sobre los dacios, aunque también se construyeron muchos edificios de uso público. Pero Trajano, además, iba a demostrar sus dotes de buen gobernante en otros campos tan delicados como el tema religioso. Los cristianos, por aquel entonces, eran bichos raros que ningún emperador sabía muy bien qué hacer con ellos. Nerón, por ejemplo, los había utilizado como cabeza de turco cuando incendió la ciudad y los arrestaba para echarlos a los leones en los espectáculos circenses. Plinio, gobernador del Ponto, comenzaba a no saber muy bien cómo actuar ante los problemas que se le presentaban a diario, con detenciones de cristianos sin otro delito que practicar una religión en la que no tenían cabida los dioses romanos. Por lo tanto, decidió escribir a Trajano y preguntar qué hacer con ellos. La respuesta del emperador fue muy clara: dejarlos en paz mientras no molestaran a nadie.

Pero quizás, lo más benevolente que hizo Trajano fue poner en marcha un proyecto que ideó al recordar lo que había observado durante su juventud en las calles de Roma, durante alguna visita junto a su padre. Por las calles vagabundeaban niños huérfanos, muchos de los cuales eran perseguidos y algunos terminaban asesinados. Por eso, ahora había llegado el momento de poner remedio a aquellas injusticias y creó un programa de bienestar para ayudar a todos los niños huérfanos y pobres del imperio en los que se incluía alimentación y educación. En principio, el programa fue impulsado con fondos procedentes del tesoro dácico y más tarde con impuestos estatales y ayudas desinteresadas. La distribución de alimentos entre los niños quedó representada en algunos relieves del foro y el arco de Benevento.

Interesado como estaba en el bienestar social de los ciudadanos, la lista de reformas es amplia. Leyes a favor de la distribución de tierras y ayudas a los campesinos, tal como hizo Julio César. Reformas en la justicia para que nadie pudiera ser condenado sin pruebas sólidas, y se prohibieron las acusaciones anónimas, algo que había hecho mucho daño en el pasado, donde bastaba cualquier acusación, aunque nadie supiera muy bien quién la hacía, para condenar injustamente a un inocente. En materia económica, cabe destacar que Trajano hizo quemar los registros de los impuestos atrasados que adeudaban las provincias, liberándolas así de una gran presión fiscal, algo así como borrón y cuenta nueva, y creó una especie de caja de ahorros para conceder préstamos y favorecer de esta forma a campesinos, pequeños empresarios, y demás emprendedores.

Con una economía saneada y viento en popa, gracias a la buena administración y al dinero que le hizo devolver a los corruptos que habían robado a manos llenas durante el gobierno de Domiciano, se edificaron colegios para asegurar una formación adecuada de la futura clase social romana. Se le prestó además gran interés a los huérfanos y viudas de legionarios caídos en batalla, asignándoseles un subsidio mensual. Y después de siete años, donde Trajano gobernó en una Roma pacífica y las acciones bélicas no fueron más allá de escaramuzas fronterizas, las noticias provenientes de Oriente, aconsejaban a Trajano que comenzara a acumular legiones en Siria. Tal como la tormenta dio paso a la calma, ahora la calma se esfumaba al aproximarse otra gran tormenta.

La guerra contra los partos

Partia (aproximadamente lo que hoy es Irán y parte de Irak) era la espina que Roma tenía clavada; varios eran los que habían intentado sacársela; ahora le tocaba el turno a Trajano. A Craso se le acusa de ambicioso, por haber querido conquistarla, Julio César incluyó también esta empresa en sus planes futuros, pero lo asesinaron antes de poder llevarla a cabo; y de Marco Antonio se dijo que quiso, por una parte, realizar los planes de Julio César y por otra vengar a Craso y sus malogradas legiones. Pero lo cierto es que, detrás de las ambiciones de cada uno había convincentes razones para apoderarse de este vasto territorio: el control de la llamada Ruta de la Seda. Todas las caravanas que llegaban por tierra desde oriente hasta Roma tenían forzosamente que pasar por el imperio Parto; al sur tenían el golfo Pérsico y al norte se encontraban con el mar Caspio. Todo comerciante que atravesara estas tierras estaba obligado a pagar unos impuestos que suponían el encarecimiento de la mercancía que finalmente llegaba a Roma; y otro tanto ocurría con los productos que Roma exportaba a la India y China. Por todo esto, hacerse con el control de esta ruta comercial podía suponer un gran beneficio para las arcas romanas.

La oportunidad se la pintaron calva los propios partos cuando el rey Osroes derrocó a Tiridates, rey de Armenia, para colocar en el trono a su sobrino Partamasiris. Trajano encontró entonces la excusa perfecta para obtener el visto bueno del senado para invadir Partia. Armenia, por lo visto, era aliada de Roma, y esto la comprometía a defenderla en caso de ataque. En el fondo, como vemos, todo se hizo por interés y beneficio propios. La política y motivo de fondo de las guerras no ha cambiado demasiado desde entonces y los países del golfo pérsico se enfrentaron al emperador del mundo por el control de las rutas comerciales; y veinte siglos más tarde lo volvieron hacer por el control del petróleo en Kuwait.

Era el año 113 cuando Trajano comenzó la campaña. Tal como había hecho cuando decidió invadir la Dacia, preparó otras catorce legiones, esta vez en Siria, donde montó la base de operaciones. La invasión del reino parto daba comienzo en Armenia, donde Partamasiris fue capturado y enviado de vuelta a su tio Osroes, aunque por el camino sufrió un “fatal accidente” y no llegó vivo a su destino. Armenia, Asiria y Mesopotamia pasaron de inmediato a ser provincias romanas. El siguiente paso consistía en entrar en territorio parto, pero sin cometer los mismos errores que llevaron a Craso al desastre (de ahí la expresión: craso error). Craso nunca debió abandonar la orilla del Eúfrates y adentrarse en el desierto. Trajano no solo bajaría por un río, sino por dos a la vez, una parte del ejército lo haría por el Éufrates y los demás por el Tigris. El Éufrates les llevaba directos a la capital del reino Ctesifonte; el Tigris a Babilonia. Esto provocaría la confusión entre los partos a la vez que les haría dividir sus ejércitos.

Trajano ordenó construir una flota de pequeños barcos capaces de navegar por ambos ríos. Se dio la circunstancia, incluso, de la necesidad de transportar los barcos del Eufrates al Tigris, para lo cual se barajó la posibilidad de construir un canal, en un lugar donde quedan relativamente cerca uno del otro; pero los cálculos indicaban que ambos ríos no discurrían al mismo nivel y el riesgo de inundaciones era alto. En vez de eso, se improvisó una pista por la que los barcos viajarían por tierra sobre unos rodillos. La flota, de unos 50 barcos, se presentó por sorpresa en la capital. Nadie esperaba a la flota romana, que la creían navegando por el Éufrates. Ctesifonte fue tomada y el rey Osroes se retiró para refugiarse en las montañas. El botín fue grandioso y entre lo más valioso se llevaron el trono de oro macizo de Osroes, y a su propia hija. Parece ser, según algunos investigadores, que la costumbre, cuando se trataba de poner a salvo la población, era no contar con las mujeres, por ser estas un estorbo que retrasaban la huída. Osroes no habría contado ni con sus propias hijas, por lo que, Trajano la llevó con él.

Babilonia y Seleucia también cayeron. La conquista de Partia no estaba siendo fácil, pero todo parecía salirle bien a Trajano, hasta que, a sus sesenta años pasados, comenzó a sentirse cansado. Trajano fue el primer y último emperador romano en ver el Golfo Pérsico, y estando allí, lamentó no ser más joven, para seguir los pasos de Alejandro Magno. De pronto, todo comenzó a torcerse cuando recibió noticias de que los judíos habían emprendido revueltas en varias ciudades. Aquello fue aprovechado para que las ciudades partas conquistadas comenzaran a sublevarse también. Lucio Quieto, su mejor general, fue enviado a Judea, mientras el resto intentaba neutralizar las revueltas en Partia. Y a todo este contratiempo vino a sumarse una repentina enfermedad. Se cree que fue un golpe de calor, aunque también se dice que fue debido al mal vicio de beber en exceso. Trajano no llegaría a reponerse del todo y decidió retirarse y poner rumbo a Roma. Para la primavera de 117 se encontraba en Selinus, en tierras de Silicia cerca de la actual Gazipasa (Turquía). Allí desembarcaron, pues su salud había empeorado y decidieron descansar. Le acompañaba su esposa Plotina, que había estado en Siria durante toda la campaña. El 9 de agosto, Trajano moría a los 64 años de edad.

Trajano no dejó descendencia. El emperador, según Dion Casio, era homosexual, aunque se ignora si fue esta la razón por la que no tuvo hijos. Casio nos cuenta que Trajano tenía debilidad por los jovencitos y que bebía en exceso: «Sé, por supuesto, que se dedicaba a los chicos y al vino.» Es por esta razón, por lo que a menudo se le ha acusado de pervertido, pederasta y borracho. Sin embargo, el mismo Casio nos aclara que: «si él cometió o soportó algún acto abyecto o infame como resultado de esto, habría incurrido en censura; en cambio, bebió todo el vino que quiso, pero permanecía sobrio, y en relación con los chicos no hirió a nadie». O lo que es lo mismo, su comportamiento, tanto en la bebida como en el sexo, nunca fue causa escándalo alguno.

Quien por lo visto sí sacó beneficio de todo esto fue su sobrino Adriano, que se beneficiaba a su tía política, que según parece, aunque era mayor que él, estaba de muy buen ver. Esta relación habría hecho que Plotina falsificara el testamento de Trajano en beneficio de Adriano, para que éste le sucediera en el trono. No se tiene constancia de que Trajano hubiera designado en ningún momento a su sobrino como sucesor, por lo que, se cree que las relaciones entre ambos no eran buenas. Estas sospechas aumentan si tenemos en cuenta el comportamiento de Adriano nada más llegar a ser emperador, ordenando ejecutar a cuatro senadores, acusados de conspirar contra él, aunque el verdadero motivo era, que estos cuatro senadores, entre los que se encontraba el gran general Lucio Quieto eran hombres de confianza de Trajano. Adriano, a pesar de estar considerado otro de los mejores emperadores de Roma, comenzó con las manos manchadas de sangre, aunque esto, por otra parte, era algo que a nadie escandalizaba en aquellos tiempos, pues, como decían aquellos personajes de comic: “están locos estos romanos”.

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