Un libro apasionante
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El Pentateuco recoge los cinco primeros libros de la Biblia, los libros de Moisés. El primero de ellos es el Génesis y comienza relatando, aunque de forma muy efímera, la creación del universo. Tan efímera que todo se resume en tres versículos. Pero es a partir de aquí donde, con algo más de detalle, se relata la preparación del planeta Tierra para ser habitado.
El Génesis, sin desmerecer otros libros bíblicos, se puede leer como una aventura apasionante. Contiene historias increíbles y fantásticas y su lectura puede fácilmente atraparnos como lo haría el mejor best seller; de hecho, la Biblia es el libro más vendido de todos los tiempos. El problema con que muchas veces nos topamos es su difícil comprensión o coordinación, su lenguaje demasiado antiguo en el cual nos encontraremos con palabras o frases repetitivas que pueden resultar chocantes o de una pésima sintaxis. Pero la Biblia es así, debido a su antigüedad, y a pesar de que existen versiones con un lenguaje moderno, éstas pierden lo que podríamos llamar «su encanto».
Por ser el primero de los libros bíblicos, es para muchos el más conocido, por aquello de que todos hemos comenzado a leer la Biblia alguna vez pero no pasamos de la primera página. Por lo tanto, solo hemos leído aquello de «en el principio creó Dios los cielos y la tierra». Pero el Génesis tiene, si somos capaces de desentrañar algunos misterios que a primera vista pasan desapercibidos, algo especial. Es el principio de todo, es la historia de la Creación del mundo en que vivimos, de la aparición de la vida sobre la tierra, de la primera y fallida relación del hombre con Dios y de las consecuencias que esto trajo al mundo.
El Génesis contiene, además, datos y narraciones sobre la Creación, quizás de una sencillez extrema, que en principio se consideraron propios de cuentos y fábulas. Pero a medida que ha ido avanzando la ciencia, muchos se preguntan cómo es posible que hace tantos miles de años alguien pudiera escribir sobre aspectos de los que el mismo escritor era imposible que tuviera conocimiento; y que a pesar de su sencillez, encierre en su interior tantas cosas que el hombre ha tardado milenios en descubrir por sí mismo.
El nombre de Dios en las Escrituras
Desde los primeros versículos vamos a encontrar con que al Creador se le llama por el nombre de Yahveh, Elohim, Jehová, o simplemente Dios. Son los diversos nombres que se le da en las diferentes traducciones de la Biblia, cuyo significado lo da Dios mismo cuando Moisés le preguntó su nombre en Exodo 3:14: “Yo soy el que soy”. Profundizando en la frase, el significado de esta respuesta, según los estudiosos del tema vendría a ser: Yo soy el que siempre ha existido, o incluso el que siempre existirá. A partir de ciertos verbos de la escritura hebrea, el nombre de Dios se ha venido representando con el llamado tetragrámaton, que consiste en las siguientes consonantes: YHWH. Y puesto que el hebreo antiguo se escribía sin vocales había que escuchar el sonido de la palabra para saber su pronunciación. Hubo una época en la que el nombre de Dios no se pronunciaba por considerarlo demasiado sagrado, y entonces, la pronunciación correcta quedó perdida, y es aquí donde muchos han querido aproximarse a lo que pudo ser, añadiendo algunas vocales: Yehowah, Yahweh.
Por otra parte, está la palabra El o Eloha, que significa Dios, y su derivado plural Elohim. Esta forma de referirse a Dios en plural no tiene nada que ver con la teoría trinitaria en la que se dice que Dios son tres en uno, sino una forma superlativa de referirse a Dios.
Existe además el nombre Adonai, que significa mi Señor o Gran Señor, o Jah, que sería una contracción de Jehová o Yahve. Aquí se van a utilizar varios de ellos, según se han encontrado en las tres principales traducciones de la Biblia que se han usado: Traducción Reina y Valera, Cantera-Iglesias y Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras.
El relato del Génesis, ¿mito o realidad?
La Biblia entera está llena de datos sorprendentes por su veracidad y precisión. A pesar de eso, la Biblia es considerada por muchos como la mitología de los cristianos. Sin embargo, habría que hacer algunos apuntes al respecto: Una leyenda india cuenta que la tierra está descansando sobre un elefante, que a su vez descansa sobre una gran tortuga, que a su vez está sobre una serpiente cobra. La mitología griega cuenta que Gea (la Tierra) nació del Caos y de sí misma engendró a Urano para cubrirla como un cielo estrellado. Después de una gran guerra el cielo quedó tan dañado que tuvo que apuntalarse para siempre por las espaldas del titán Atlas. El Génesis, sin embargo, cuenta que la tierra fue creada tal como cuentan hoy los científicos. Y en Job 26:11 se dice que la tierra está suspendida sobre la nada. Está claro que, sea mito o realidad, hay bastante más elegancia y precisión en lo que cuenta la Biblia.
Y ahora, sin más preámbulo, si lo desean, vamos a leer y sobre todo a analizar el Génesis.
Capítulo 1
La creación de la Tierra y la vida según la Biblia
Con tan sencillas palabras comienza el relato del Génesis, el primer libro de la Biblia, un libro escrito por Moisés donde se cuenta cómo se creó la Tierra y cómo llego a haber vida sobre ella. La creación está dividida en los llamados seis días, que son en realidad seis periodos de tiempo indeterminado. Nótese que el relato empieza en el momento de la preparación de la Tierra para ser habitable. Todo comienza inmediatamente después de que el cielo y la tierra fueran creados, y debe entenderse que el universo entero estaba en parte creado o en fase de formación. La Tierra estaba desordenada y vacía, en tinieblas, aunque en ella había una gran actividad: “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. Ya existían los océanos, por lo que, el estado de la tierra era ya bastante avanzado. Acto seguido hubo luz sobre ella. El Sol, la Tierra y demás planetas son parte de un mismo conjunto, por lo que, todo el sistema solar debía estar formándose a la vez. Pero en aquella fase en que la Tierra estaba saliendo del estado primigenio, primero gaseoso y luego líquido, su atmósfera debía parecerse a la de planetas como Venus, muy densa y con unas presiones altísimas. Por eso, la luz no es que se creara en aquel momento, sino que, los gases que envolvían la tierra comenzaron a disolverse para dejar pasar la que ya, desde hacía mucho tiempo, estaba emitiendo el sol. La atmósfera terrestre estaba experimentando una gran transformación.
En este segundo día continúa la gran transformación de la atmósfera terrestre. Hemos visto cómo se habla del Espíritu de Dios sobre las aguas, ahora se hace una separación de ellas. El agua es la gran protagonista ya desde la creación del planeta, o mejor dicho, en la fase de preparación para que pueda albergar vida. La separación de las aguas no es otra cosa que la creación de la llamada bóveda celeste, o lo que es lo mismo, la capa atmosférica de aire, con lo que, sobre la tierra quedarían los océanos y sobre la capa de aire quedaría otra capa de vapor de agua, o séase, las nubes. Una atmósfera que debía ser ya lo más parecido a lo que conocemos hoy.
Día tercero
En su estado primitivo, la tierra debió tener un relieve bastante plano. Esto puede explicarse si tenemos en cuenta que todo el planeta era líquido, y un líquido que se solidifica tiende a no dejar protuberancias. Por lo tanto, es perfectamente posible que los océanos lo cubrieran absolutamente todo. Unos océanos, sobre los que hoy día todavía se discute cómo aparecieron y el porqué de la abundancia de agua en nuestro planeta. Las teorías van desde los que piensan que sobre la tierra se estrellaron gran cantidad de cometas helados hasta los que creen que el agua era un elemento ya existente en la composición de la materia con que se creó. Las grandes temperaturas habrían hecho que el agua se evaporara hacia las capas externas y a medida que el planeta fue enfriándose, fueron formándose los océanos hasta cubrirlo todo. Otros gases expulsados desde las distintas capas del planeta y más volátiles que el agua, habrían quedado cubriendo los mares y evitando que pasara la luz del sol. Poco a poco esos gases se habrían disuelto y la luz pudo por fin bañar los océanos, creando una situación propensa para albergar vida. Esta segunda teoría se acerca mucho más al relato bíblico.
A continuación, la aparición de los continentes. El planeta Tierra no descansa. Se ha enfriado, pero su actividad continúa, y bajo los océanos, la corteza terrestre se resquebraja y aparecen grandes dorsales oceánicas como las que hoy día existen todavía. Inmensos volcanes submarinos y placas tectónicas que comenzaban a ir a la deriva debieron provocar mares embravecidos y olas gigantescas, hasta que la tierra se abrió paso y aparecieron los continentes. O quizás un único pero gran continente que luego fue dividiéndose con el paso de los siglos y los milenios. Por último, aparece la vida. Agua, tierra, luz, y un efecto invernadero propiciado por aquella capa de nubes, las llamadas aguas sobre el firmamento, habían convertido la tierra en el lugar idóneo para crear vida.
Día cuarto
El día cuarto es un día o fase algo confusa del relato de la creación por venir a decir que se crean el sol, la luna y las estrellas, a estas alturas, cuando ya se había creado la luz, y sobre todo las plantas, que no podrían sobrevivir sin el primero. Las traducciones del hebreo y el arameo antiguo no son perfectas y a menudo se confunden el verbo haber con el hacer. La luz ya estaba creada desde el día primero y esto puede leerse en el versículo 3. Por lo tanto, debería entenderse que lo que aconteció el día cuarto fue la disolución de la capa de nubes que cubrían la entera superficie terrestre, que dejaron pasar directamente los rayos del sol y dejaron ver con claridad la luna y las estrellas. Seguía el proceso de un acondicionamiento, que llegaría a ser perfecto para un tipo de vida más compleja aún que el de las plantas. Es en este día cuarto donde se lleva a cabo también, si no se había hecho ya, la inclinación del eje terráqueo, ya que, sin dicha inclinación no serían posibles las estaciones de las cuales se habla.
Día quinto
La teoría científica de que la vida comenzó en los océanos viene a apoyar el relato creativo en el quinto día, donde se habla de la creación de grandes monstruos marinos y todo animal viviente en los mares. Realmente existieron estos grandes animales marinos tal como existieron los dinosaurios, y así lo prueba la ciencia. Sorprende la creación, en este mismo día, de las criaturas voladoras, ya fueran aves tal como las conocemos hoy día, o especies del tipo “pterosaurus”, sin haberse creado otro tipo de vida animal en tierra firme. De haberse creado en ese orden, tendrían que haberse alimentado forzosamente de plantas o peces.
Por otra parte, la idea que nos da la biblia sobre la vida en el paraíso, como veremos más adelante, es la de que todo animal viviente, incluida la especie humana, eran herbívoros y ningún animal era depredador de otro.Existe otra explicación para este relato donde sí encajarían las aves. A Moisés, el escritor de estos relatos, le pudieron llegar las crónicas de dos formas: bien directamente por inspiración divina, cosa que no aceptarán los no creyentes, o bien por el boca a boca de una generación a otra. Esta segunda forma era muy común hasta la invención de la escritura. Si a Moisés le llegó de esta forma, puede entenderse por qué no se habla de los dinosaurios. Las bestias marinas, por tanto, serían las ballenas u otro tipo de grandes peces, algunos ya extinguidos pero que fueron contemporáneos del hombre. Los dinosaurios no lo fueron, y tras su desaparición quedaron las aves, supuestamente descendientes de estos grandes monstruos. Por el boca a boca solamente habría llegado hasta Moisés la existencia de las aves y no de los dinosaurios que nunca habían visto. De esta forma, aunque la teoría de las aves a partir de los dinosaurios es solo una teoría evolutiva no demostrada, sí que coincide el orden de creación con el orden evolutivo.Quedaría todavía una pregunta en el aire: ¿Por qué no se menciona la creación de los dinosaurios en el Génesis? Hay muchos otros detalles que los primeros habitantes de la tierra no vieron y que sin embargo están ahí escritos. La respuesta puede estar en una frase que viene repitiéndose cada vez que queda acabado un trabajo: «Y vio Dios que era bueno». El Creador supervisaba cada una de sus obras antes de darles el visto bueno y está claro que los dinosaurios no pasaron el control de calidad. Unas criaturas tan enormes, tanto si eran carnívora como si eran vegetarianas no habrían podido convivir con la raza humana. ¿Las hizo Dios desaparecer? Quién sabe, a lo mejor Dios decidió convertirlos en aves.
Día sexto
En el día sexto la creación queda culminada con la aparición sobre tierra firme de todo tipo de animales y por fin el hombre. Todos los animales fueron creados según su especie, algo que, según la teoría evolutiva, que afirma que unas especies provienen de otras, parece incompatible. Sin embargo, no lo es tanto, dependiendo del punto de vista con que se mire. Veamos qué afirman o qué creen haber descubierto los evolucionistas: la vida se originó en el mar a partir de una única célula. O a saber cuántas únicas células aparecieron a la vez en un inmenso océano que reunía las cualidades perfectas para la vida. O en lagos al lado de volcanes. ¿Cuántos lagos existirían al lado de los numerosos volcanes de la recién aparecida tierra firme? En cualquier caso, se afirma que fue en el agua. Pero, ¿tuvo que ser necesariamente a partir de una única especie, es decir, a partir de una única célula? Pudieron ser millones o miles de millones las células que cobraron vida y por lo tanto miles de millones de especies diferentes. Y esto puede ser válido tanto para los animales marinos como para los terrestres. Tanto da si primero cobraron vida al lado de un volcán y luego entraron a los mares como si cobraron vida en los mares y salieron a tierra firme. Y evidentemente, si toda especie comenzó siendo una única célula, tuvo necesariamente que pasar por un crecimiento y transformación hasta llegar a ser el animal que buscaba ser.
Ni el mejor de los ingenieros o científicos sería capaz de crear algo tan complejo como el ADN, maravilla y asombro de cuantos lo estudian. Un verdadero libro (o habría que hablar de una inmensa enciclopedia) que todos llevamos dentro, con todas las instrucciones necesarias para el funcionamiento de nuestro cuerpo; y no solo para el nuestro, sino para las generaciones futuras, para que la vida se perpetúe. Con detalles como el color de los ojos o el cabello, o incluso, en el caso de los animales, como hemos visto, si deben adaptarse al hombre o no, pues ya en el momento de ser creados se dan instrucciones de si deben ser bestias salvajes o animales domésticos. Pero, ¿habla el Génesis de una aparición instantánea de las especies animales en un solo día? Ya se ha dicho que los días son en realidad fases de tiempo indeterminado, y si reflexionamos sobre todo lo que hemos visto hasta ahora, la creación y preparación de la tierra debió llevar su tiempo, un tiempo que los científicos datan en miles de millones de años, aunque los creyentes se decantan por muchos menos. Tanto si fueron millones como si fueron solo unos miles, en vista de que en la tierra se empleó un tiempo considerable, no hay razón para pensar que algo mucho más complejo, como crear vida, no iba a llevar también su tiempo.
Por último, el hombre, la especie humana, macho y hembra los creó. Y he aquí el tema más polémico de la creación: primero creó al hombre del polvo de la tierra y luego, en vista de que entre los animales no se encontró compañera para él, se creó a la mujer a partir de una de sus costillas. Comencemos por el principio: Dios hace al hombre a su imagen y semejanza, ¿somos iguales a Dios? ¿Tiene Dios la apariencia de un hombre? Preguntas de difícil respuesta. Siempre habrá quien crea en las palabras literales y pensará que Dios, allá donde tenga su morada, tendrá apariencia humana. Y siempre habrá quien se tome esta frase como algo simbólico, o creerá que nuestra semejanza al Creador es solo espiritual o amorosa. Sea cual sea esa semejanza, parece del todo lógico, que los hijos del Creador tengan la apariencia del padre.
Pero continuemos, llegamos al momento en que se dota al hombre de inteligencia. El hombre dominaría a todas las demás especies animales, desde los peces del mar a las aves voladoras y los animales domésticos y hasta toda especie que se mueve sobre la tierra. A todas sin excepción. Y esto, solo se consigue con algo de que carecen los demás. Con algo que sí nos puede asemejar a Dios: el razonamiento, la inteligencia. Ningún animal sobre la tierra está capacitado para razonar, solo el hombre, y quizás por eso con ningún animal Dios dijo que lo haría a su imagen y semejanza.
Y una vez concluida la creación de los animales y el hombre, solo restaba suministrarles alimento: vegetación y frutos de los árboles. Dios había creado un mundo perfecto, con innumerables animales terrestres, mares repletos de peces, cielos cubiertos de criaturas voladoras y una especie dominante e inteligente: el hombre. Y todos ellos vegetarianos. Solo así era posible la paz y la armonía en un mundo donde ningún animal se veía en la necesidad de huir de otro por miedo a ser atacado y devorado. Ni siquiera el hombre que los dominaba estaba autorizado para utilizarlos como alimento. Era la creación perfecta de Yahveh. Algo totalmente contrario a las teorías científicas, donde las especies más fuertes se iban abriendo paso en la evolución a base de dominar sobre las demás, y por supuesto alimentándose de las más débiles. Cabe entonces una reflexión tanto para creyentes como agnósticos o ateos: Si Dios o la naturaleza, o el azar mismo, hicieron lo más difícil (Universo, sistemas planetarios, sincronías perfectas en sus órbitas, un planeta, o quizás otros muchos, con unas condiciones idóneas para la complejidad de la vida, y el incomprensible cerebro humano dotado de inteligencia,) por qué no hacer al final lo más fácil, vivir todos en paz y armonía.
Capítulo 2
El paraíso y la formación de la mujer
Y el séptimo día descansó
Terminada su obra Dios procedió a descansar y a declarar sagrado ese séptimo día. Más bien se debería entender que en ese día se dedicó a
revisar y, por qué no, a admirar su obra. Y esa revisión, vamos a encontrarnos que aún había por hacer o determinar algunas cosas, como veremos enseguida. Pero fijémonos en lo que dice el versículo 4: “en el día que Dios hizo tierra y cielos”. Está hablando de un solo día, cuando realmente se está refiriendo a todo el periodo de creación. Viene esto a demostrar lo que se ha dicho con anterioridad, que cuando en el Génesis se habla de días se está refiriendo a periodos de tiempo indeterminado.
El relato vuelve atrás en el tiempo para dar más detalles explicando cómo aún no había llovido sobre la tierra. Probablemente la atmósfera no reunía aún las condiciones necesarias para los ciclos del agua. Una neblina subía de la tierra, quizás el planeta aún expulsaba vapor de agua, suficiente para que la tierra produjera vegetación.
Seguimos con la retrospectiva que nos da ahora detalles sobre la creación del hombre, contándonos que fue creado del polvo. Hay versiones cinematográficas que muestran cómo del suelo va modelándose una figura humana de barro, para finalmente, en cuestión de segundos, transformarse en un hombre de carne y hueso. Visto así resulta algo grotesco y poco creíble. Posiblemente, la creación del hombre llevó más de unos segundos. Hoy, una obra de ingeniaría como el cuerpo humano (llamarlo obra de ingeniería se queda en poco), tarda nueve meses en formarse. Sin embargo, el cuerpo humano está formado por partículas de diferentes elementos y todos y cada uno de ellos pueden encontrarse en la tierra. Realmente nuestros cuerpos están formados del polvo o barro que a diario pisamos y del agua que bebemos o en la cual nos bañamos. Es curioso, pero los escritores bíblicos, en este caso Moisés, no podía saber, hace algunos miles de años, la composición química del cuerpo humano. Finalmente, Dios sopló en las narices del hombre para que éste cobrara vida. Sencillo, muy sencillo. Pero igualmente resulta sencilla la explicación científica que cuenta que en un caldo primigenio se dieron las condiciones necesarias para que unas moléculas cobraran vida, formaran células y terminaran creando un animal, con un sistema corporal complejísimo y un corazón que comenzó a latir así, sin más y por casualidad.
El hombre en el Paraíso
Acabada la creación del hombre, Dios quiso proveerlo de un hogar y crea un jardín. Dicho jardín, por los detalles suministrados se encontraba en el actual Irak, en el golfo Pérsico. Con una gran abundancia de vegetación, árboles y agua, Dios procuró que a sus futuros habitantes no les faltase absolutamente de nada. Y nótese lo que ya se ha apuntado con anterioridad. Los recién creados hombre y mujer solo podían comer fruta y otros vegetales, los animales podían estar bajo su sujeción, pero no para comérselos. De todos los árboles del jardín podían comer su fruta, sin embargo, había un árbol en el centro del cual se les prohibió comer. ¿Por qué?
Desde el día sexto se viene hablando de la creación del hombre y la mujer. Luego hemos visto con más detalle que el hombre fue creado del polvo, y ahora por fin se va a hablar en detalle de la creación de la mujer. Aquí el relato puede parecer algo confuso, pues se supone que los animales ya estaban creados y sin embargo dice que Dios los estaba creando y llevándoselos al hombre para que les pusiera nombre. Lo más probable es que el relato simplemente se refiera al hecho de llevárselos al hombre para nombrarlos. El hombre apareció al final del sexto día, pero los animales no tenían nombre y este era un trabajo para el recién creado Adan, una palabra hebrea que significa precisamente hombre terrestre u hombre rojizo, haciendo referencia al color de la tierra con que fue creado. El caso es que, mientras ponía nombre a los animales, parece ser que Adan no encontró una pareja adecuada entre ellos. ¿Quiere decir esto que Dios le pidió que eligiera pareja entre los animales? No parece probable, puesto que a la hora de crear cualquier especie siempre se recalca que se hace “según su especie o según su género.” Más bien habría que interpretar, que viendo Adan que cada animal tenía su pareja, él sintió anhelo por tener la suya. Él sentía la necesidad de tener una compañera, pues la compañía de los animales, por grata que fuera, no lo satisfacía por completo.
Asistimos al primer caso de clonación de la historia. La creación de una mujer a partir de una porción de cuerpo del hombre. Un relato que siempre se ha interpretado como una fábula por considerarse imposible, aunque siempre se ha sabido que las plantas podían reproducirse de esta manera y en la actualidad ha quedado probado que puede hacerse con una simple célula. ¿Pero fue esta la manera en que llegó a haber dos sexos diferentes? La ciencia no ha sido capaz, hasta el momento, de descubrir cómo llegaron a haber macho y hembra entre los animales y se limita a la teoría de que, en un principio, en su estado más primitivo, los animales eran hermafroditas hasta que evolucionaron dividiéndose en dos sexos cada especie. Y sin embargo, Moisés registra en sus escritos un caso de clonación, hace nada menos que 3.300 años.